Ni por sus fines, ni por sus principios, Pensamiento Mágico y Ciencia son términos irreconciliables. A pesar de muchísimos intentos divisionistas, uno y otro se deben histórica y dialécticamente cierto principio de unidad, fracturado más por refriegas ideológicas que por las causas y consecuencias del conocimiento.
Nadie puede negar, a menos que se violenten los contextos culturales y la evolución del saber, distintos en cada sociedad, el principio de ordenación lógica atesorado originariamente por los conocimientos más antiguos, llamados pre-lógicos, mágicos o pre-científicos. Jamás fueron ilógicas o asistemáticas las relaciones establecidas con las fuerzas naturales. Los principios mágicos de similitud y contigüidad, no son razonamientos estúpidos atribuibles al primitivismo de ignorantes. El Nilo no baña y fecunda sólo los territorios aledaños, también baña y fecunda el conocimiento, sus análisis, pruebas y leyes. Lo hace con lenguajes propios y síntesis originales. ¿Por qué cierta idea de ciencia descalificó al pensamiento mágico? Una explicación proviene de la dominación imperial de pueblos que eliminan culturas sometidas. Exclusión, tergiversación, persecución...muchas veces organizada por científicos, sabios u hombres de conocimiento. Otra respuesta proviene de la obstinación basada en fetichizar el método, la demostración y la prueba, más una cretinización de resultados. Descalificar los métodos ajenos, después de Grecia, es un rito de poder que practica cierta ciencia y que, paradógicamente, ronda las mismas nociones de universalidad, prueba y demostración del pensamiento mágico. Con aciertos y errores...propios de toda búsqueda. Otro problema es la intolerancia hacia lo diferente. Ninguna investigación sobre la historia de la ciencia y el pensamiento mágico puede omitir de sus obligaciones teóricas el estudio sobre modos de producción económica y condiciones de clase, sus lenguajes y lógicas disímbolas. Brujos, hechiceros, curanderos y sacerdotes, en períodos distintos, con expresiones propias y bajo condiciones socialmente determinadas, fueron poseedores y/o generadores del conocimiento. Sobre sus aportes, contradicciones y debates se funda un fluir errático y azaroso de ciencias, artes y tecnologías indisociables de las ideologías dominantes. La emergencia de las ciencias ha tenido estadios desiguales y dialécticos, determinada además por los intercambios entre pueblos. Fuente de discusiones agrias por cuanto se refiere a la capacidad para leer, diacrónica y sincrónicamente, las dimensiones semánticas y científicas de cada época. Los modos de apropiación, interpretación y producción de conocimientos tuvieron siempre de base lo que cada pueblo identificó como entorno natural y la mayor o menor importancia concedida a la idea de realidad, incluidas las nociones divinas. De esa interacción, referida siempre a la satisfacción de necesidades, surge el repertorio dialéctico de las imágenes con que se arman las estructuras cognitivas, comunicacionales y creativas. El Pensamiento Mágico y la Ciencia contienen de manera multimodal las interrelaciones del conocimiento derivadas de las condiciones sociales, su estado de independencia frente a las hegemonías económicas, las complicaciones para desarrollar discursos propios y el repertorio de factores psicológicos que, desde lo individual hasta lo grupal, determinan usos o rechazos en la producción del conocimiento. Hay conocimientos que se transforman, otros que se diluyen y algunos más que se mantienen intactos. Las ciencias son materia dúctil; sus premisas no son permanentemente útiles, duraderas e infalibles; vigentes o no, exclusivamente por el valor de adecuación o inadecuación de sus proposiciones con las realidades nuevas . Es la sociedad en su totalidad la que determina, en la práctica y según su historia, cada uno de los valores de la ciencia y el pensamiento mágico. Por ello, las metodologías fallan cuando toman para el análisis científico objetos descontextuados atomizando el conocimiento y sus relaciones. Pensamiento Mágico y Ciencia suponen la existencia de una pasión sui géneris que cruza, con matices y variaciones, todo cuerpo de conocimientos. Incluídos los racionalismos. Pasión por dominar la naturaleza, por someterla utilitariamente. Pasión de conocimiento posesivo que escudriña lo desconocido detrás de lo patente. Brujos, hechiceros, curanderos, chamanes, teóricos, filósofos y científicos participan de un mismo proceso intelectual eficientista que, invariablemente, tiene bases materiales y consideraciones sagradas. Pasión sacralizante que levanta totems a diestra y siniestra. Para las deidades, las fuerzas naturales, para el vacío, lo ignoto y la nada...para la razón, la lógica y el método. Pasión inmensurable totalizante, cándida y arrogante, que supone en su fuerza, la posibilidad de controlar fenómenos...repetirlos...conducirlos. Con el agregado trascendental que el Pensamiento Mágico aporta y que transforma al hombre en ser religioso con tiempos y espacios sagrados. También pasión de poder. Ni bien ni mal provisionalmente, hasta someter los casos al análisis ético de clase, obligatorio para toda forma de apropiación del conocimiento, su ordenación y reproducción. A todas las soberbias científicas hay que oponer un trabajo serio de crítica histórico social. ¿Qué es la ciencia después de todo? ¿Qué la distingue del Pensamiento Mágico? ¿Qué la autoriza a desautorizarlo?. En la vocación reduccionista de emparentar ciencia con demostración, la ciencia misma ha fallado pertinazmente. Sus objetos y definiciones normalmente se empantanan en métodos que no alcanzan a interconectarse con la realidad social e histórica, subordinados a proyectos ideológicos que rinden pleitesía a la fragmentación. No es poca cosa. No hemos visto el desarrollo de las ciencias hacia un modelo totalizador e interdisciplinario que deje de inclinarse ante los intereses políticos, económicos e ideológicos burgueses. No hemos visto a los científicos entregados a la transformación social con instrumentos de trabajo abiertos a los grupos, es decir a su servicio no mercantil, ni hemos visto aplicada a las realidades sociales la capacidad crítica de la ciencia toda. El mito de la demostración científica en muchos sentidos se parece a los cuentos de hadas. Ninguna demostración de laboratorio, por más abstracciones sutiles que desarrolle, es la realidad, no es evolución objetiva y mucho menos justicia social en su escala. La ciencia se fetichiza en la tecnología, llevada generalmente de la mano por designios militaristas. Ha creado divinidades publicitadas como infalibles a sabiendas de que es justamente la incertidumbre, lo efímero de un sistema de mercado lo que ha signado la inmensa mayoría de la producción tecnológica en manos de algunas ciencias. Se vende gato por liebre para justificar aparatos burocráticos de ineficiencia científica, al precio de valor moral llamado progreso. El conjunto de necesidades humanas aun no ve venir el producto del Pensamiento Científico entregado a la transformación de realidades colectivas. Designios del poder burgués que ha ocasionado estragos similares en el Pensamiento Mágico. Hay que ponerse a salvo de idealizaciones cándidas. El Pensamiento Mágico, que es en realidad todo el pensamiento, fuente histórica del conocimiento, también ha sido manejado por intereses de clase a lo largo de la evolución humana. Hay que saber distinguir entre la producción social del Pensamiento Mágico en manos de los pueblos, y la utilización que Amos, Clérigos, Señores Feudales, Comerciantes, Empresarios y Políticos han hecho. Tergiversaciones, omisiones, ridiculizaciones para usos rentables, en lo ideológico y en el capital. Ciencia y Pensamiento Mágico no son términos irreconciliables. Si salvamos el hecho de que método y demostración están determinados por el entorno cultural y su desarrollo, si advertimos las exigencias metodológicas de interpretar los lenguajes expositivos más allá de cualquier reduccionismo, podríamos intentar responder a la pregunta ¿las obras del conocimiento en civilizaciones no occidentalizadas pueden ser llamadas científicas cuando, en su método como en su expresión, están soportadas por el pensamiento analógico, la magia, la poesía, la intuición, la observación empírica tradicional, el arte, la religión, la curandería, la hechicería, los mitos, los ritos, las supersticiones y el azar, entre otras formas de conocimiento?. ¿Qué descalificaría como obra de Ciencia al Calendario Azteca, síntesis extraordinaria del Pensamiento Mágico?. ¿Sus lenguajes? ¿Ser de obra de “primitivos”? Muy por el contrario, no hay carencia de demostración y exposición en su Imagen integradora de utilidad práctica palmaria y aportación al conocimiento universal. En el mundo nahuatl se manejaban dos calendarios: el Xiuhpohualli, “cuenta de los años” y el Tonalpohualli, “cuenta de los días”, combinados en eras de 52 años. El primero estaba dividido en 18 meses de veinte días a los que añadían 5 sobrantes, considerados nefastos y aciagos. El Tonalpohualli, “cuenta de los destinos” era un calendario adivinatorio formado por la combinación de 20 signos sagrados y 13 números que totalizaban 260 días y que poseía aplicaciones en los cálculos de fenómenos celestes, como eclipses y ciclos planetarios. “La Piedra de los Soles, conocida como Calendario Azteca, representa las creaciones y destrucciones del mundo, síntesis del tiempo. En el primer círculo, al centro, destaca Tonatiuh, enmarcado como en un enorme signo, el rostro gesticulante del Sol, Nahui Ollin, Quinto Sol o Cuatro Movimiento, el nombre de nuestro mundo. “El nuestro, en el que vivimos, y que fue también el de Nuestro Señor de Tula, la Serpiente con Plumas”. La palabra Ollin significa a la vez “movimiento” y “temblor de tierra” y es el nombre de uno de los veinte días del calendario sagrado de México. Nuestro universo nació el día “Cuatro Movimiento”, cuando el Sol comenzó a desplazarse en los cielos y se hundirá entre temblores de tierra y cataclismos. “Entonces los monstruos del crepúsculo, los Tzitzimine de máscara esquelética que están agazapados a la sombra en el Occidente, esperando su hora, surgirán de las tinieblas para examinar a la humanidad”. Nuestro universo, según los antiguos mexicanos, es el quinto de una serie, cuatro soles le han precedido. En el segundo círculo, en los cuadrángulos aparecen grabados en jeroglifos, en el interior de las cuatro ramas del signo Ollin, los cuatro soles destruidos: Nahui Ehecatl, Nahui Ocelotl, Nahui Atl, Nahui Quiahuitl. En el tercer círculo están los glifos de los veinte días sagrados. En el cuarto círculo aparecen “chalchihuitl”, piedras preciosas de jade, símbolo del corazón y síntesis del espíritu y el cuerpo. En el quinto círculo se mueven los rayos solares. En el sexto círculo, dos serpientes de fuego, Xiuhcoatl cierran el signo de la totalidad. Así, lejos de imaginar un mundo estable y seguro, que existiera en todo tiempo o creado de una vez para siempre hasta un fin lejano, el pensamiento indígena veía al hombre colocado, “descendido” (el verbo temo, en azteca significa a la vez “nacer” y “descender”) en un universo frágil sometido a un devenir, en ciclos que terminan en una dramática catástrofe. Los sacerdotes astrónomos mayas, élite filosófica de la antigüedad americana, lograron representar a través de cálculos sobre millones de años, la inmensidad prodigiosa del tiempo transcurrido y por venir, no como una duración lineal, sino como una serie infinita de períodos análogos a las ruedas dentadas de un mecanismo de relojería. “La intuición indígena, como un audaz sondeo, supo alcanzar una capa de realidad de la que nosotros mismos tomamos conciencia a medida que se disipa la orgullosa seguridad de que gozábamos aún hace medio siglo. Ahora lo sabemos: Todo Sol está condenado a extinguirse. Una civilización puede sucumbir bajo el asalto de los bárbaros- los jaguares del primer universo-, puede sumirse en la impotencia y la futilidad- los hombres se transforman en monos- , o bien sucumbir bajo los golpes de fuerzas naturales- diluvio, temblores de tierra- o finalmente explotar en una última conflagración- la lluvia de fuego que no es ya, en nuestra época una simple imagen legendaria. El mito mexicano, expresión de una antigua sabiduría, se incorpora a la inquietud de hoy”. Jacques Soustelle. “Los Cuatro Soles. Origen y ocaso de las culturas”. Patricia Perouch y Fernando Buen Abad
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